“Jesús pasará de un estrecho concepto de patria –que ha heredado de su educación- al concepto de la relativización de toda patria mundana, porque la patria definitiva es la “casa del Padre”, el Reino. Este es el hogar que Dios prepara a todos los hombres sin distinciones (Jn 14, 3), pues todos tienen patria en el cielo (Flp 3,20). Esto no quiere decir una renuncia a la tierra, una pérdida de amor al terruño nativo, pero sí la invitación a no absolutizar tampoco ese amor. Ni siquiera la idolatría de la propia nación es buena. Por eso un cristiano casi desconocido del siglo II (Epístola a Diogneto) podía escribir: Los cristianos viven cada uno en su propia patria, pero como extranjeros; toman parte en todas las cosas al igual que los ciudadanos, pero lo consideran todo como algo extraño a ellos, En el extranjero se sienten como en su patria y en su patria como en el extranjero. El ser ciudadanos del Reino no coarta el amor a “lo suyo”. Pero, para el creyente, todo es patria.”
José Luís Martín Descalzo.
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